lunes, 1 de octubre de 2007

Hormonas por doquier

Sigamos. El encuentro con la ex fue muy bien, cenamos tranquilamente, me llevó a un bar muy bonito y volvimos a casa cogiditos de la mano. Y ahí se acabó, un beso de despedida y hasta otra. Supongo que ninguno de los dos quería complicarse la vida, cuando una relación se ha acabado es mejor no retomarla.
Y en eso que llegamos al sábado. Mi sorpresa fue monumental cuando la princesita me contestó un mensaje de móbil diciendo que sí que quería quedar por la noche. De verdad que me sorprendió, pensaba que seguiría con la cantinela de que ya está bien sola y que no quiere liarse con nadie. La cuestión es que a eso de las 11 de la noche me pasó a buscar por casa, y en el primer momento, cuando la vi, no supe ni como reaccionar. Pero es lo que tiene el amor (un momento, ¿yo he utilizado la palabra amor? creo que estoy perdiendo un poco los papeles), que empiezas a hablar y al minuto ya es como si no hubiera pasado el tiempo. Vaya, que de camino al bareto que me llevó (ya lo se, ella haciendo de tio y yo de tía, me gustó) volvimos con las bromas y al llegar en el ambiente ya volvía a flotar una mezcla de deseo, ternura, cariño y dulzura. Tomamos una copa y al salir sucedió uno de aquellos momentos mágicos que está chica crea de la nada. Me llevó a lado del río y yo vi que estaba cubierto en algunos tramos con unos tablones perpendiculares así que me faltó tiempo para proponerle de saltarnos la valla, caminar por uno de los tablones y sentarnos justo a medio camino de cada orilla. Como la chica se apunta a un bombardeo (reconozco que eso me encanta de ella) cuando me di cuenta ya estábamos los dos sentados, con el río a nuestros pies y las estrellas y la luna delante nuestro. Qué momento! Nos pusimos a charlar, a abrazarnos, a besarnos, todo fue perfecto. Después de una media hora decidimos que era hora de irnos y cogimos el coche. Fuimos a mi casa. Serían las dos de la noche o así. Y nada, lo previsible, a la cama. Pero lo que no era tan previsible es que aparte del sexo (que está vez fue perfecto) no pudiéramos dejar de hablar y de mimarnos hasta las 3 de la tarde, y porque a esa hora ella tuvo que irse. Fue increíble. Hacia las 8 de la mañana intentamos dormir un poco pero nada, a los diez minutos ya estábamos otra vez charlando y mirándonos a los ojos. De verdad que no se qué tiene esta chica pero cuando estoy con ella pierdo el mundo de vista, y no es una atracción sexual, es como una sensación de bienestar, como si con ella no necesitase nada más, sólo mirarla, escuchar su voz y quererla.